domingo, 14 de mayo de 2000

Los dos juegos Atlante-Angeles del torneo 1987-88, bajo sospecha

Publicado en Lajornada.unam.mx

* Cinco integrantes del equipo azulgrana recibieron estímulos por perder
* El promotor Hurtado, amigo y protector de Lapuente, acepta que se pueden arreglar partidos


La llave en el futbol es el dinero, y sirve tanto para abrir las puertas de la victoria como de la derrota. En los dos juegos que sostuvieron Atlante y Angeles en la temporada 1987-88 quedó el fantasma de la sospecha. Uno de ellos sirvió para que la cabeza del técnico Manuel Lapuente se salvara, y el otro para que el ahora extinto equipo poblano eludiera el descenso.
El domingo 17 de enero de 1988 le tocó al Angeles poner primero la mejilla. El promotor Carlos Hurtado se presentó la víspera para pedirle al técnico José Antonio Roca que perdiera el partido, y así ayudar a su íntimo amigo Lapuente, que llegaba al compromiso con la soga al cuello. La directiva del Atlante le puso un ultimátum: si no ganaba engrosaría la lista de desempleados.
Roca rechazó al promotor. Sin embargo, no pudo evitar que los azulgrana fueran aplastados con un 4-1 en el estadio Cuauhtémoc. Lapuente se salvó, pero a los futbolistas del club poblano les recordaron en el vestidor que no eran buenos actores, que había sido evidente que muchos de ellos no quisieron jugar ese día.
Para el segundo enfrentamiento entre Atlante y Angeles, último de la temporada regular, lo que estaba en juego era el descenso. El club poblano necesitaba no perder para condenar al Correcaminos y mentenerse ellos en la Primera División. Arturo Castañón de plano se negó a jugar, argumentando un sentimiento especial por Angeles. El zaguero estuvo en el nacimiento del equipo, en aquel 25 de agosto de 1984, cuando ganaron a las Chivas.
Otro Arturo, Vázquez Ayala, quien dirigía entonces al Atlante (Lapuente no pudo sostenerse hasta el final del torneo), se enteró de un ofrecimiento económico de la gente de Tamaulipas para que ganaran, y en el plantel azulgrana también se supo que a cinco jugadores les llegó una oferta por perder. Con cinco elementos estaba prácticamente amarrado el resultado, pues existe el antecedente de que en una final fue suficiente con arreglar al portero y a un defensa.
Cuando el técnico tiene precio, también se puede. En cierta ocasión, los jugadores de un club tapatío fueron sometidos a un intenso trabajo un día antes del partido. A todos les extrañó enormemente, pero nadie reclamó; obedecieron las órdenes de su superior. Al recibir una goleada lo comprendieron todo.
­¿Se puede arreglar un partido de futbol? ­le preguntaron a Hurtado, durante el programa En Caliente, de febrero pasado.
­En los mundiales lo hemos visto ­contestó, pero negó haber participado él en ese tipo de negocios.
El primero que llega a la memoria, por cierto, es el 6-0 que la selección Argentina le recetó a la peruana en la Copa del Mundo de 1978. El semanario inglés Sunday Times denunció el 22 de junio de 1986 que a cambio del resultado, los argentinos enviaron 35 mil toneladas de trigo y un préstamo por 50 millones de dólares a Perú.
Fuera del Mundial también se han dado casos, como en el partido Avellino-Perugia de la liga italiana, en el que se vio involucrado el célebre Paolo Rossi. Según los denunciantes, el verdulero mayorista Massimo Crucianni y el gastrónomo Alvaro Trinca, Rossi dijo que no quería dinero, sino realizar dos goles. Las anotaciones las hizo, porque sus dos marcadores estaban aparentemente arreglados, pero también lo acusaron de recibir dos millones de liras (El Gráfico, 29 de abril de 1980).



Todos los caminos conducen a Hurtado
El Angeles logró la permanencia en ese torneo 1987-88 (los azulgrana tuvieron que soportar el repudio de mucha gente, empezando por el de su presidente, José Antonio García), pero ni así evitó su desaparición. Hurtado incluso expresó que todos quedaron muy contentos, porque consiguieron vender al equipo en Torreón, a muy buen precio. El promotor presumía de tener toda la confianza del entonces gobernador del estado de Puebla, Guillermo Jiménez Morales, para mover los hilos en el Angeles y en el club de la franja. Decía que la única condición fue que no se saliera del presupuesto, que no pidiera más dinero, pero si algo le sobraba podía quedárselo. Estaba feliz, pues además de cobrar muy bien, movía jugadores a su antojo.
Para la temporada 1988-89, nuevamente tentaron a los jugadores del Atlante con un ofrecimiento económico. Esta vez fue Cruz Azul, para vencer al Tampico Madero. Cuando el portero Félix Fernández dijo que los cementeros pretendían llegar así a la final, se indignaron los directivos de La Máquina, por poner en entredicho la honorabilidad de la institución. El pretender arreglar un resultado está prohibido en la Federación Mexicana de Futbol. Sin embargo, los azulgrana cobraron la recompensa.
Esta no es la única mancha para el Cruz Azul. Cuando el presidente del Barcelona de Guayaquil, Jorge Bejarano, vino a México para negociar la cesión temporal del ecuatoriano Agustín Delgado, se enteró de que los cementeros no eran dueños del contrato (como decían), ni el Necaxa (donde estuvo a préstamo), sino Hurtado.
No hubo más remedio que acudir a él. Hurtado le dijo a Bejarano que tenía el honor de reunirse con el mejor promotor de México; que era de los pocos presidentes de clubes con el privilegio de estar frente a él. Y como tenía múltiples compromisos, sólo podía concederle 15 minutos. El directivo ecuatoriano se retiró sin hacer ninguna negociación.
Atrás quedaron las antesalas de "hasta ocho horas" que hizo Hurtado para tratar de colocar a un jugador, según confesó en el programa En Caliente. Ante las cámaras de televisión también reclamó un reconocimiento por parte de los clubes que ha ayudado a coronarse, como Necaxa, Santos, Cruz Azul, Toluca y Pachuca, olvidándose que trabaja en la clandestinidad.
Se proclamó además "honrado y honesto", pese a confesar que en una ocasión se vio en la necesidad de corromper a un directivo del Puebla, para colocar a un jugador.
Lejos de los micrófonos también reconoce dar regalitos, pues considera que en cualquier negocio se necesita una aceitada para que funcione el engranaje.