sábado, 1 de noviembre de 2008

La crisis en el corazón del América

La crisis en el corazón del América
Leo Vega Especial para el Sentinel


América pasa por uno de los peores momentos de su historia. Y que varios hayan querido rescatarla de la crisis tampoco es novedad. Pero dividir el sacrifico, dividir el sufrimiento y acabar multiplicando la alegría no es tarea fácil.
Pero por ahora aunque tal vez sea por poco tiempo, quien rige sus destinos continúa en el poder aunque con un escaso respaldo popular, mientras otros prometen a viva voz un cambio. No se confunda, no es el estado actual de la política nacional; este problema es más grande. Se trata de la crisis de las Aguilas del América.
Y es más grande porque los asuntos del corazón son más importantes que los económicos y políticos; es más grande porque el Club América es un sentimiento; es más grande porque a la tristeza de ser inquilinos del último puesto del torneo mexicano, ahora hay que agregarle el profundo dolor de haber perdido el clásico el domingo pasado frente al enemigo de todas las horas, las Chivas Rayadas de Guadalajara. Y nada menos que en su propia casa, el coloso de Santa Ursula, el mítico Estadio Azteca.
El partido fue atractivo desde punto de vista del simple espectador. Pero quien podría ser simple espectador de la pasión, sin sentirla correr por sus venas como un río que nos quema por dentro. Un clásico no seria tal si quienes lo observan se sientan en su silla como quien concurre a ver una ópera, y entre acto y acto se paran y aplauden educadamente, colocando cuidadosamente sus manos en la perfecta posición al batir sus palmas.
Un clásico es un encuentro futbolístico donde el que asiste a presenciarlo, participa con tanta energía y vibración como aquel que tiene el privilegio de vestir la camiseta, que al ingresar el rectángulo del honor se transforma en el manto sagrado. Un clásico es canto colectivo de decenas de miles de personas alentando al equipo de sus amores, buscando que una victoria de su idolatrada enseña lo ayude a olvidar desde las penurias económicas hasta los desengaños amorosos. Un clásico es alegría extrema o drama fatal, no tiene término medio.
Por ese dramático camino andan los americanistas, que hace más de un año ven cómo su equipo no encuentra el buen rumbo a pesar de haber tenido varios conductores en tan corto tiempo. Hoy las culpas caen todas como guillotina sobre el lustroso cuello del "Pelado" Angel Ramón Díaz, o el de su joven presidente Michael Bauer. Detrás de cada derrota o floja actuación se hacen más fuertes los rumores de la salida del riojano entrenador del nido de Coapa, así como las críticas sobre la falta de experiencia del número uno del club.
Sin querer quebrar una lanza por ellos, digo que el "Pelado" Díaz llego al club con una tremenda trayectoria ganadora. Como entrenador conoce perfectamente el néctar de la gloria, por haber besado en los labios a la mismísima e irresistible Copa Libertadores; como jugador sus éxitos fueron aún muy superiores, hechos estos que lo avalan como un ganador empedernido.
Por parte del presidente, las quejas bajan de la tribuna acusándolo de que al ser del riñón comercial de Televisa, compañía dueña del América, su única inquietud es la de hacer del club un gran boom comercial por encima del éxito deportivo, cosa que no es totalmente verdad.
Esos son cuentos de camino, fácilmente rebatibles por alguien que tenga dos dedos de frente y conozca lo mínimo de la rica historia de Las Aguilas. ¿Cómo no va a pensar en ganar el presidente de un club que cuenta entre sus filas con Salvador Cabañas, Federico Inzúa, Alfredo Moreno, Sebastian Domínguez o el "Memo" Ochoa?
Lo que sucede es que la hinchada se ciega por la pasión y no espera. Y el periodismo malintencionado que responde a la otra compañía de televisión más grande de México, en vez de ayudar al hincha a aclararle la visión, le tira cobardemente tierra en ojos.
La fiel hinchada se olvida que quienes eran o convierten los goles son los jugadores, los mismos que ellos tienen por ídolos, y que lamentablemente a veces fallan porque son sencillamente seres humanos: como usted o como yo.
El fútbol está formado de momentos, algunos de alto nivel técnico individuales que inclinan la balanza, como el exhibido por Arellano en la segunda conquista del Guadalajara, cuando arqueó artísticamente su cuerpo para liquidar la chance del América con una estocada mortal.
Momentos donde el despliegue físico de un equipo inferior en lo técnico prevalece. O momentos sicológicos como en este último clásico donde los hijos de la "Perla Tapatía" llegaron blindados en su yo interior por el triunfo conseguido tres días antes nada menos que de visitante y frente a River por la Libertadores.
El presidente del América, Michael Bauer, desde su inexperiencia inteligente muestra con su accionar pausado al hablar a la prensa del tema, haber llegado a la misma conclusión.
Solo con calma se arreglan las crisis más profundas. Después de haber visto desfilar una basta lista de técnicos de alto calibre sin suceso deportivo, ojalá que el "amo" del nido americanista tenga la espalda suficiente para llamarlo de alguna manera, para aguantar al mejor entrenador que su institución ha tenido por muchos años.
Si lo hace seguramente recogerá los frutos, y las Aguilas volverán a volar alto.Si no, tal vez la misma corriente termine llevándose a él también. Después de todo, así es la política.