jueves, 19 de agosto de 2010

Si américa fuera el líder general

Reseña
Juan Gomez Junco

En un programa de televisión emanado en la Ciudad de México, se hizo un planteamiento. La disyuntiva, hecha pregunta fue: ¿Es malo o flojo el actual torneo? En tal evento, estaban presentes 3 ex jugadores, dos de ellos actuaron en América, y el otro fue de extracción Puma. Además había dos comentaristas. Mi primera reacción sobre las primeras cuatro jornadas, la transformé en pregunta. ¿Qué estuvieran pensando del torneo si el América fuese el líder general con 12 puntos, y si Pumas o Cruz Azul, el segundo de la tabla con 10 unidades?

Para entendernos mejor, si América fuese el perfecto, posición uno, y otro capitalino estuviese en el privilegiado lugar dos, considero que sus orientaciones, opiniones y reflexiones serían distintas. El color del cristal sería según la cercanía y afinidad con tal o cual equipo. Pobres capitalinos (sin pretender degradar al chilango) que siguen en la época donde fuera de su realidad no hay realidades. Si América llevase exactamente los mismos números que ostenta Santos, en puntos, juegos ganados, goles anotados, recibidos, al líder de goleo individual… si todo eso lo pudiera reunir el América, para ellos el torneo sería maravilloso.

No lo expresaron pero como los amarillos han dado lástima más que bondades, como los azules cargan su cruz a medias, a los universitarios les han metido 9 goles en dos salidas, precisamente en la parte norte del país, y como los tres equipos aquí señalados, son de ellos, de su región, del centro de su mundo, como todo eso se junta en un mismo sentimiento de molestia y aberración, según su criterio, todo eso casi los obliga a maldecir el actual torneo.

Hoy el norte da ejemplo, la capital está siendo apedreada. Lo fértil acá se tiene; el desierto lo sufren ellos. Las diferencias son visiblemente regionales no conceptuales porque si el actual éxito no está cercano a su ambigua realidad, todo lo minimizan como todo agrandan cuando de méritos defeños se trata. Hermosa postura que dicta una sentencia. Cuando lo fervoroso no acaricia sus paladares es señal que no es aceptado por ellos porque su espíritu pequeño no les permite ver los frutos de otros lados.