Ya desde la infancia, cuando jugaba en los campos de Montevideo, el azulcrema driblaba en varias ocasiones a su padre Martín, quien tenía que corretearlo en la noche para que estudiara o se metiera a dormir; quizá ahí desarrolló esa habilidad y velocidad que lo caracteriza.
El uruguayo es el clásico jugador con poca estatura (mide 1.71 metros), pero con mucha picardía. Dicho de otra manera, Vicente trae la música por dentro. "Me gusta mucho el tambor y la tumba, que acá le puedes llamar conga, me gusta tocarla mucho, trato de meterle un poco de música a la vida".
En el América de Manuel Lapuente el zurdo arranca desde la derecha en diagonal hacia el centro, al estilo de Lionel Messi con el Barcelona, consciente de la responsabilidad de ponerle sabor a un equipo urgido de alegrías. "No voy a cambiar mi manera de jugar porque tampoco quieren ellos que cambie, así lo quiere Manolo, lo quiere el grupo también. Pero un partido no lo gana un jugador solo, lo gana un sistema, una disciplina en la cancha, un orden, lo gana un grupo".