miércoles, 26 de enero de 2011

Don Panchito

Lo conocí hace mucho tiempo. Era uno de los directivos más importantes del futbol mexicano y trabajaba en el América de los setentas.

Fue el pionero en el cargo de “Secretario Técnico” que después ha derivado en “Gerentes Deportivos” o “Vicepresidentes” una tarea que él ejerció de manera extraordinaria.

Era incondicional de Guillermo Cañedo primero en Zacatepec, luego con los llamados “millonetas” y jamás se involucró en alguna operación deshonesta aún cuando por sus manos pasaban millones y millones de dólares para buscar refuerzos.

Gracias a él llegaron Carlos Reinoso, Roberto Hodge, Hugo Kiese, Daniel Brailowsky, Norberto Outes, Héctor Miguel Zelada, Eduardo Bacas, Toninho y Antonio Carlos Santos por decir algunas de las más importantes contrataciones.

Pero la manera de traerlos no se parecía en nada a las formas actuales. En esos años no había videos y las transmisiones de futbol internacional eran limitadas, no existía el internet y mucho menos los teléfonos celulares.

Pero la agenda de Panchito estaba llena de nombres y teléfonos con amigos en todo el mundo (principalmente Sudamérica) que le reportaban sobre jugadores que podían interesarle. Esas sugerencias solo motivaban que Hernández tomara sus cosas y viajara semanas enteras para ver a los prospectos personalmente y conocer cómo eran, dónde vivían, qué estudios tenían, quiénes integraban su familia y sólo luego de analizar perfectamente y convencerse de la calidad dentro y fuera de la cancha se atrevía a pedirle a sus jefes que mandaran el dinero para comprar al nuevo refuerzo “crema”.

No faltaba a las prácticas en Coapa y su oficina era una puerta abierta para cualquier jugador, técnico, masajista e incluso periodista que quisiera resolver un asunto o tuviera alguna duda.

Así lo conocí y nunca cambio hasta su salida del club en 1996. El motivo de su separación se dio bajo el argumento de que a los 65 años ya era viejo en la empresa.

Pero él siguió ligado al futbol y puso su propia escuela en Cuemanco y desde ahí siguió detectando talentos y mandando a los mejores tanto al América como al Toluca (su segundo amor y de donde era originario) aunque su nombre ya no aparecía como antes en los periódicos.

Puedo presumir de haber charlado en los últimos años muchas veces con él. Me marcaba cuando leía alguna columna o escuchaba un comentario y quería darme consejos o aportarme más datos para enriquecer las intervenciones.

Siempre elegante, educado y muy emotivo. Así lo recordaré en esa etapa como dirigente, pero sé también que su carrera como jugador fue igual de brillante.

Al fin y al cabo un hombre que vivió para el futbol siempre, aún cuando alguna vez se recriminó el haber descuidado a la familia debido al tiempo que le dedicó a su pasión.

Descanse en paz, Don Panchito.

POR ANTONIO MORENO.