martes, 25 de enero de 2011

Ironías del destino

Qué pena que los últimos días de don Panchito Hernández hayan sido con este remedo del América campeón. Por Pablo Carrillo.

Muy temprano la mañana de ayer se daba a conocer la noticia del fallecimiento de don Panchito Hernández.
Como todo fallecimiento, la tristeza por la pérdida de un ser humano es evidente, más aún entre los seres cercanos.
Don Panchito era, a decir de quienes lo conocieron, un ser que se daba a querer por casi todos los que le rodeaban. Por lo que hace a su trayectoria profesional, los números hablan por sí solos. Todo un triunfador.
Panchito Hernández era, sin dudarlo, el hombre de confianza de don Guillermo Cañedo para operar la oficina y establecer los vínculos con el cuerpo técnico así como la contratación de jugadores extranjeros.
No cabe duda que el enorme tino de Emilio Azcárraga Milmo de nombrar a Cañedo como su hombre para manejar el futbol, y éste, a su vez, para operar al equipo a Panchito, resultó una fórmula ganadora. Sin duda que la gran afición, por cierto hoy un tanto diezmada, al América, precisamente se logró en ese tiempo.
Qué pena que los últimos días de don Panchito hayan sido con este remedo del América campeón, aquel equipo que con el apoyo de una enorme empresa de medios cambio las tendencias de afición en este país.
Los problemas que hoy se viven en el equipo de los amores de don Panchito nos hablan de todo lo contrario a lo sucedido en su tiempo; decisiones equivocadas, ejecutivos en cargos deportivos para los que parecen no estar capacitados y un sinnúmero de traspiés que hoy tienen hundido a este importante equipo.
Nada hubiese sido mejor que homenajear a tan importante personaje en el destino del equipo azulcrema, que transitar por un momento de grandeza.
Lamentable también la trágica muerte de el matador aguascalentense José María Luévano.
Una buena persona, además de un buen torero, que por esos vaivénes de la profesión, que decidió casi desde niño, no le permitieron llegar hasta lo más alto de la gran escarpada taurina.
Luévano tenía una personalidad muy seria dentro del ruedo, en su momento era una promesa muy sólida para ocupar un sitio entre las figuras de época, se quedó siempre muy cerca de serlo, sin embargo, aún en los tiempos complejos nunca perdió la ilusión por llega a ser una gran figura del toreo.
Lo más lamentable es que deja a una viuda con un pequeñito de tan sólo cuatro días de nacido, una tristeza. Me decía el gran piloto de autos, Rogelio López, también de Aguascalientes, esta mañana a través de Twitter; "que ironías del destino, hace ocho años este día falleció mi padre (también piloto de carreras), que apoderó a Luévano en sus inicios".

Ironías del destino.