lunes, 25 de noviembre de 2013

El América es un equipo de barrio.

Por José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo

Arrasado por el corporativismo el Club América perdió durante años el contacto con la calle, vendió el mensaje de prepotente y se proclamó millonario. Razón y dinero no le faltaban, pero se deslumbró con el oro, los cristales de promotores, las recomendaciones de directivos, los consejos ejecutivos y los anuncios luminosos; pagó el precio de la fama. Hasta que llegó Herrera, un galán de esquina valentón, boca floja, chabacano y fajador. El clásico sobreviviente del casco urbano. Con Herrera el América recuperó la palabra, ahora tenía un técnico que hablaba como la gente, después ganó confianza, volvió el respeto de la colonia. Asumió el riesgo, mantuvo el nervio, apretó el título y entonces convenció a su dueño para volverse un descamisado más. El americanismo se redefinía, las Águilas con Herrera volvían a funcionar como fenómeno popular. Tocará sustituirlo y aun ganado el bicampeonato la decisión no debe ser deportiva sino social. El relevo perfecto es Antonio Mohamed, el “Turco” encarna los mismos valores que hicieron del “Piojo” un héroe del vecindario. Hijos de aquel Toros Neza, el último equipo de barrio, encontraron la vocación de técnicos en un Club donde los futbolistas descendían de las tribunas. Mohamed, un talento panzón y Herrera, un lateral derecho camorrista eran auténticos líderes callejeros. Aquel cuadro lo completaban Nidelson de Melo, un delantero centro de pulquería que se trataba los esguinces con curados de guayaba. El “Colorado” Lusenhoff, un ebanista que tallaba huesos y Rodrigo “Pony” Ruiz, un pura sangre de bolsillo. Los Toros Neza destruyeron el Manual de Carreño, salían enmascarados al campo, se tiñeron el pelo, pintaban sus botas de blanco, rojo o amarillo y festejaban los goles levantándose la camiseta para mostrar mensajes sin censura… Esas agresivas estrategias de posicionamiento que Nike o Adidas aún no imaginaban, las planeaban estos futbolistas dentro de un vestuario en las barracas. Herrera y Mohamed caudillo e ideólogo de este movimiento eran como la peste para equipos clásicos que perdían identidad cada temporada. Años después él América dirigido por Herrera, graduado como entrenador, consigue entender que su grandeza está en las cosas pequeñas. No había que firmar al charlatán de moda, ni buscar en el fin del mundo, la receta se escondía en rincones como Neza, barrios a orillas de la capital, auténticos, originales, independientes. Mal harían sus aficionados en creer que un bicampeonato es lo que necesita este Club para confirmar su grandeza, no; es mantenerse a pié de calle, lo que seguirá haciendo al América un gigante del barrio.