Por Rafael Ramos Villagrana para la Opiniondigital.com
Se apodera del escenario de las desgracias y el escándalo el Clan Lapuente.
O el Clan Lapuente-Hurtado, éste por Carlos, el promotor que gobierna, desde las sombras, las pasarelas de entrenadores y jugadores de varios equipos, principalmente Cruz Azul y más reciente y tristemente, del América.
Ha rendido malas cuentas pues el Hospicio Lapuente.
Primero, Mario Carrillo le propina a Hugo Sánchez una severa paliza con un ataque verbal y frontal que el Pentapichichi no vivía desde sus asaltos dialécticos de rupestre nivel con Ricardo La Volpe.
Después, el América redondea un 2006 de tropiezos y torpezas, originadas en los escritorios y los divanes, hasta desembocar, como debía de ser, lamentable y lógicamente, en fracasos sucedáneos en la cancha.
El Hospicio Lapuente-Hurtado ha sido zarandeado por errores de sus hijos mimados.
Primero, lo de Carrillo, deja constancia de la personalidad conflictiva y complicada de un entrenador que por momentos parece sacado de la realidad.
Trató de usurpador a Hugo al afirmar que el timón del Tri le pertenece, y de asegurar que el Pentapichichi no garantiza, por deducción, hacer mejor las cosas que La Volpe, además de cuestionarle su afición por comportarse como divo y ser objeto de canonjías y regalos.
La Volpe nunca tuvo ese exquisito toque venenoso ¿sutil? para sentenciar a su adversario y no cabe duda que el ataque llegó de donde menos se esperaba: el hombre que fue brazo derecho y domesticó en cuestiones de estrategia funcional al mismo Pentapichichi, lerdo, bisoño y timorato en esas funciones.
Carrillo, sin diadema pero con intercomunicador, analizaba, con esa prodigiosa visión que tiene para el ajedrez de cancha, a los Pumas y a los adversarios y resolvía, sin problemas, los "sudokus" y demás trabalenguas que el Pentapichichi conplementaba con el lenguaje —limitado por cierto— motivador –excelente, por cierto— del que goza.
Las contemplaciones de Carrillo sobre usurpador, sin garantías y vanidoso, no son verdades nuevas sobre Hugo, pero se atrevió a restregárselas crudamente en tiempos de paz, en los que se esperaba que le dedicara a su ex amigo más bien una ronda de villancicos.
Sin embargo, lo más grave es el tono cizañero en el que maneja "los regalos" que cobijan a Hugo Sánchez, cuando aún sigue arrullándose la acusación hecha por el diario RÉCORD a él y a su representante José Manuel Sánz, de cobrar por contratar y por alinear jugadores. Hugo nunca denunció ni demandó como lo prometió.
Carrillo pues, hecho a mano por Lapuente, aunque no a su imagen y semejanza, se salió de los libros de conducta y ética del cunero lapuentiano de manera inesperada, para después, reconvenido por su directiva, que le pide que mire la viga en el ojo propio sin preocuparse por la paja en el ajeno, guardar silencio.
¿Traición? ¿Antiético? Puede ser eso y más lo hecho por Carrillo.
También puede ser que, enterado de la frágil situación de Hugo ante los dueños de equipos, equivocadamente, Carrillo decidiera postularse de manera muy precipitada ante quienes nunca lo consideraron.
También puede ser que quisiera cobrarles cuotas por desprecios compartidos, a directivos y a Hugo, o que la embestida haya sido recomendada, porqué no, por parte de su propio representante Carlos Hurtado.
Sin embargo, lo más lógico parece ser un embate generado por su cabecita calenturienta y despistada. Baste ver las fotografías y videos en los cuales, sin interlocutor ni público, de repente empieza a hacer movimientos solitarios. Uno recapacita sobre si son aprendidos en el Feng Shui que introdujo La Volpe entre los técnicos mexicanos, o será alguna tarea atrasada de su clase vespertina de Kung Fu, o tal vez una sesión de los pasos inolvidables del cómico mexicano "Resortes", o simplemente un desdoble cómico, preocupante e inoportuno de una doble personalidad.
Por el otro lado, ya hace una semana hablamos, bajo el léxico lapuentiano, del "Fracasotototototote" del América de Lapuente y los hermanos Tena, Luis Fernando y Alfredo.
Al ridículo doméstico ahora se suma el de haberse convertido en el hazmerreír internacional en el Mundial de Clubes.
América tocó fondo, pero el problema es que cayó bocabajo y parece ser capaz de seguir cavando más profundo.
Que si es un equipo demasiado exigente para Luis Fernando; que si deben salir los hermanos junto con Lapuente; que si sólo ha servido para la transferencia indiscriminada de jugadores en sociedad de los mencionados con Hurtado, y que le han hurtado al América personalidad, prestigio, futuro y decencia, son algunos de los argumentos que planean, como carroñeros zopilotes, sobre el Nido de donde han huido las Águilas.
Una imagen es más contundente. ¿Recuerda?: América empata a uno con el equipo egipcio. Talento de Cuauhtémoc y, al fin, contundencia de Cabañas. Las cámaras enfocan a un Blanco que no felicita al anotador y apenas percibe, con tibieza, y una mirada fría, el agradecimiento de Cabañas, cuyo gesto es más conciliador, implorante, que de amistosa retribución.
América es un equipo roto, cuarteado, al que además le faltan, ya, juventud y talento en la defensa y en media cancha.
¿Peca de senilidad el Hospicio Lapuente-Hurtado?
Parece haber más de fondo.
Y, no lo dude, América se encargará de corroborarlo.