Cumple Roberto Rodríguez 63 años.
Por Alejandra Benitez para Reforma.com
Roberto Rodríguez cumple hoy 63 años, 39 de los cuales ha dedicado en cuerpo y alma al América; fue un ícono en los 70, cuando hizo historia al lado de Enrique Borja, Carlos Reinoso y José Antonio Roca; durante años se le consideró como el eterno emergente en el timón azulcrema: fue visor, entrenador de Segunda División, Tercera y Primera A, y hoy asegura que seguirá en el equipo hasta que el cuerpo aguante, siempre y cuando la directiva lo apruebe.
Hay quienes dicen que el "Monito" ya forma parte del inventario del Nido de Coapa, pues ha visto pasar la historia de los últimos 40 años; conoció y formó a varios de los entrenadores con los que ha compartido el banquillo y no le importa el equipo que le asignen, porque el simple hecho de llegar a las instalaciones de las Águilas, para él es como una inyección de vida.
Rodríguez se levanta a las cinco todos los días y viaja en autobús dos horas de ida y dos de vuelta desde su natal Tlaquiltenango, Morelos. Al respecto, el "Monito" toma las cosas con filosofía y dice que a su edad sería muy pesado y bastante caro manejar para llegar al DF y prefiere aprovechar el descuento del 50 por ciento que le hacen con su tarjeta del INSEN.
Se encuentra mucho mejor de salud, aunque dice que nunca pudieron definirle cuál enfermedad lo llevó a que varios de sus músculos se atrofiaran y que su manos y piernas crecieran más de lo debido y que sufría de ansiedad.
"Tuve un problema con la hipófisis desde 1994, estuve con varios endocrinólogos, me hicieron estudios y decían que tenía un virus que me trastornaba, pero cuando me hicieron los análisis de sangre, se vio que no tenía problemas con la hormona del crecimiento", detalló.
"Me quisieron hacer una resonancia magnética, pero no se pudo porque sufro de claustrofobia. Ahora me siento en perfecto estado de salud, más bien mi enfermedad es el futbol".
El "Monito" asegura que nunca buscó al presidente del América en turno para pedirle el primer equipo.
"Siempre me hablaron claro. Me pedían que me hiciera cargo del equipo por uno, dos o los partidos que hicieran falta, pero siempre me decían que iba a venir otro entrenador, aunque sí me quedó el gusanito de saber por qué no me dejaron", explicó.
"De alguna forma, con algunas probaditas, uno ve lo difícil que es dirigir a este equipo, pero yo sí me sentía capaz. La verdad nunca me amargué, soy demasiado disciplinado y obedezco las órdenes de mis superiores al pie de la letra".
Todas las mañanas se le ve caminar por Coapa, pausadamente, con cierta rigidez en las piernas, parecería que ya no le es fácil moverse, sin embargo es la personificación de la puntualidad, de la disciplina y de la institucionalidad.
Sus discípulos lo definen como un "profe" con gran sapiencia, sus compañeros lo ven como un ejemplo de vida y sus superiores no conciben el América sin él.