En estos partidos ya está de más decir que siempre han sido así. Por enésima ocasión esperábamos una victoria contundente y llena de autoridad. No fue así. El orgullo y el amor por los colores está intacto, y al contrario, en esos momentos portamos con orgullo la camiseta. Fue un tropiezo, pero no deja de ser detestable el hecho de no haber podido hundir más al rojo y blanco en su agónico camino al descenso.