Pablo Pérez, un pibe de 16 años que hasta 2007 militaba en las filas de Unión Santacruceña, viajó el mes pasado a México y participó de la selección de jugadores aztecas para el Centro de Formación del Club América del país norteamericano. Cabe mencionar que por esos días estuvo en disputa la Copa América Lindavista, centro del accionar del riogalleguense, que cuando viajó no lo hizo con la intención de jugar, sino de entrenar y hacer pruebas. Allí, el muchacho estuvo en actividad hasta el 21 de agosto, y al volver se trajo tres cosas: una constancia certificando su participación, el fichaje en el club mexicano y la certeza de que lo esperan en diciembre, cuando se pondrá en marcha la Copa América Central, en Puerto Rico.
Para empezar a hablar de todas esas experiencias que acumuló en México, nada mejor que saber cómo se inició toda esta historia (con final feliz). “El contacto lo hicimos vía Internet, en realidad mi viejo se enteró y escribió a México, contando que yo era argentino, cuánto medía y cuánto pesaba. Hasta ese momento no me habían visto jugar, no es que yo mandé videos ni nada”, cuenta Pablo.
Cuando se decidió a viajar, lo hizo en cierta forma para probar suerte, porque llamaron a su papá para decirle que estaba convocado para tomarse una prueba. Su viejo, sobre todo, fue la persona que lo bancó a muerte en este proyecto. Pablo fue rumbo a México el 8 de agosto pasado, apoyado por sus padres y con toda la ilusión de hacer cosas importantes allí.
“Yo fui a jugar y cuando llegué los chicos de mi categoría no estaban, porque habían viajado a un torneo, y no habían ido a entrenar”. Le tocó enfrentar a Pumas, en un partido difícil que terminó empatado en uno y que en los penales su equipo perdió con lo justo (se trataba de un cuadrangular, por lo que ningún partido podía quedar empatado). “Justo me tocó el cuarto penal y el que pateó antes que yo lo había errado, así que, cuando el de Pumas lo hizo, perdimos 5 a 4. Después pasamos a jugar por el tercer y cuarto puesto, y ese partido lo íbamos ganando, hasta que se suspendió por lesión de uno de los de Toluca”, hace la síntesis el jugador que en no mucho tiempo más estará entre las filas de “las águilas”. Sin embargo, lo más importante no fue el resultado, sino lo que el pibe pudo demostrar dentro del campo de juego. Y, para su suerte, impresionó a los entrenadores de las inferiores del América, esta vez desempeñándose como delantero por derecha.
En su segunda presentación, en cambio, jugando contra el Toluca, lo hizo como volante por izquierda. Queriendo saber un poco más de lo que sucedió con este “enviado” a tierras mexicanas, no venía mal que el pibe cuente cómo es que juegan las inferiores de los aztecas. Pablo no lo piensa demasiado y de inmediato, en este juego de las diferencias, marca la primera y tal vez la más importante con respecto a nuestro fútbol: “juegan todo a los pelotazos los chicos de allá, cuando salen de abajo no salen por abajo. Eso fue lo que más les gustó de como juego yo, porque yo juego a pasar a dos o tres y después la toco por abajo”, dice el pibe que jugaba en Unión Santacruceña.
Ahora, al estar fichado en el balompié mexicano, no quiere saber nada con hacer partidos acá, ni siquiera en los baldíos que tiene cerca de su casa de barrio El Puerto. “Si se llegan a enterar me pueden pedir que les pague plata”, señala Pablito con un dejo de susto. Y ese es el otro dato importante en esta historia: el chico de 16 años, que hace cerca de 30 días se fue a probar al América mexicano, vino a nuestro país cuando el club ya le había confeccionado el fichaje. Antes de emprender la vuelta, sin embargo, los dirigentes de las divisiones inferiores del club le pidieron a José Bernabé Pérez que dejara a su hijo jugando en el club hasta diciembre, mes en el que se disputará la Copa América Central, en Puerto Rico.
Este cuenta que “se le ofreció alojamiento y comida a través de la Comisión de Padres, y seguir sus estudios por intermedio del club mexicano”. Y en medio de tantas buenas nuevas, no podía faltar una pálida, que es también el motivo por el cual el pibe categoría ’92 tuvo que volver: quienes lo acompañaban, su padre y sus dos abuelos, tenían pasajes fechados y se les acabó el tiempo de permanencia en el país del norte. También, tuvo mucho que ver el hecho de que el permiso que le había firmado su mamá valía nada más que por dos semanas, plazo que sólo le daba tiempo para efectuar algunos entrenamientos y pruebas.
El interés del América por el pibe de Río Gallegos quedó demostrado a través de las propuestas que le hicieron a su familia, con la intención de retener al joven jugador. “La gente del club le dijo a mi viejo que me conseguían casa a través de la gente del club, o sea que iría a parar a lo de los padres de algún compañero. Y también le dijeron que me podían conseguir colegio, pero mis viejos quieren que yo termine de estudiar acá”, cuenta este pibe de carácter tranquilo, quien seguramente tiene que esperar a estar dentro de una cancha para desatarse.
También cuenta que sus compañeros del club lo trataron como a uno más en todo momento, que no le hicieron sentir ningún tipo de diferencia por no ser de allí y por estar, en cierta forma, “de paso”. Y cuando le dio la noticia el entrenador de que debía volver a la Argentina, se encontró con la grata sorpresa de que su nombre ya figuraba en el once titular de “las águilas”.
El entrenador le pidió encarecidamente que no lo abandonara, que lo necesitaba para sus próximos compromisos. Todas las estadísticas de la participación de Pablo Pérez y de sus compañeros de equipo se puede encontrar en www.copa.americalindavista.com, dentro de la categoría Sub 17.
PUBLICADO EN "LA OPINIÓN AUSTRAL"
EL DIARIO DE SANTA CRUZ (RIO GALLEGOS, ARGENTINA)