Por Ricardo Magallán
Para Laaficion.com
Resulta complicado encontrar en qué momento el América dejó de ser el América. ¿Dónde quedó ese equipo que, si por la buena no podía, lo arreglaba a billetazos? ¿Por qué las Águilas de hoy, ufanadas en su reestructuración, tienen que andar rogando a un central venezolano para que se decida a venir a vestirse con la casaca amarilla?
Históricamente, al América lo odiabas, entre mil cosas más, por ser como el niño presumido y rico del barrio, el que era capaz de cumplirse cualquier capricho con su cartera. Las Águilas tenían acostumbrada a su afición, a la de verdad y a la de mentis, esa que sólo ve los partidos por el cuadrito y que se hizo fan del equipo porque veían también Siempre en Domingo, al derroche, a la cartera abierta y a que no temblara el pulso a la hora de sacar los billetes para hacerse de los servicios de algún jugador o técnico.
Y esa jodida envidia caía como ácido entre todos los antiamericanistas, que veían como perrito de taquería como los suntuosos amarillos se servían con la cuchara grande, esperando a ver qué sobra dejaban para que sus rivales se sirvieran.
Pero hoy la realidad del club de Coapa, y la del futbol mexicano en general, es muy diferente. Está comprobado que el dinero está en las arcas de los equipos del norte del país y que son Tigres, Monterrey y Santos los nuevos paraísos para futbolistas y técnicos que andan en busca de hacer fortuna en esto de las patadas.
América ha decidido cerrar la chequera y apostar por un presupuesto discreto para tratar de sanar las grietas que se le han hecho a su escudo tras años y años de crisis. Christian Benítez, la temporada pasada, y Christian Bermúdez, de cara al Clausura 2012, son las excepciones de una economía que nada tiene que ver con aquellos años de bonanza, de despilfarre.
Esta política de ahorro en el club amarillo lo ha orillado a violar otro de sus principios, uno de sus básicos: al América llegan los mejores y jugar ahí es sueño para cualquier futbolista.
Por eso es de no entenderse que hacen las Águilas, con el arranque del torneo a la vuelta de la esquina, con una pretemporada muy avanzada, rogando, cruzando los dedos para que el venezolano Osvaldo Vizcarrondo supere problemas administrativos y, ya de pasadita, se convenza de venir a jugar con la escuadra de Coapa.
Vizcarrondo es un buen central, tan bueno como otros 47 que hay en el mercado nacional, con un cartel tan impresionante que tiene como cereza en el pastel su estadía el ¡Olimpo de Bahía Blanca de Argentina!
Es a este hombre, defensa de una selección venezolana que si no fuera por lo realizado en los últimos años, podría comparársele con cualquiera del área del Caribe de la Concacaf, es al que América sigue esperando con ansia, otorgándole plazos cada vez más extensos para que se decida a dar el sí.
¿Dónde quedó el América?
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