Me parece maravilloso, motivante y hasta esperanzador que un jugador de futbol, finalmente, tenga los “pantalones” para levantar la voz y para quejarse de lo que sucede a su alrededor. Hasta ahí todo va bien: tiene la boina del Che bien puesta, la doctrina de Fidel bajo el brazo y hasta el pasamontañas de Marcos en el sitio adecuado, pero quién acaso no me garantiza que lo de Cuauhtémoc Blanco, en Veracruz, el fin de semana, no fue sólo un “pequeño gran berrinche”.
Y mire usted que sin ser el jugador perfecto, pero sí uno de los más competitivos de todos los tiempos, Blanco parece el personaje adecuado para ponerle un hasta aquí a las muchas injusticias que rodean al futbolista y al futbol mexicano.
Espero que entienda la pregunta que hice. Si no la entiende es que de plano es un usted un fanático perdido y enajenado del ahora numero “10” del Veracruz o quizá, por su afición al América y a la empresa que controla al América, ha decidido usted hacerse el desentendido.
Casi 20 años después de una carrera maravillosa, donde hizo y deshizo desde el interior del americanismo e insisto, desde el interior del grupo que históricamente ha controlado al futbol mexicano, ahora Blanco me viene con la idea revolucionaria y guerrillera de enarbolar una bandera de la que siempre estuvo alejado.
Y me queda bien claro que Blanco no dijo ninguna mentira, El sucio, asqueroso y deprimente Pacto de Caballeros que manejan los señores dueños de este futbol es una vergüenza, pero Blanco, muchas veces, se prestó a ser parte de esa “vergüenza” y lo que no se vale, mi estimado Cuauhtémoc, en esta vida es sentarse del lado de la mesa que más te convenga. Eres o no eres, pero no intentes confundir. Lo tuyo fue un berrinche, como tantos otros en tu carrera como el ídolo del América y de lo que es el América.
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