Matías Vuoso no es el único americanista que le dejó una cicatriz al Santos debido a un penal... Daniel Montenegro también integra esa lista. El "Toro" enfrenta hoy en el Estadio Azteca a su ex equipo, con el que alcanzó la gloria tras un par de títulos de goleo y el campeonato del Clausura 2008, pero con el que también vivió un infierno en la Final del Bicentenario 2010 ante Toluca, al fallar una jugada de gol en tiempo extra y un disparo decisivo en la serie desde los 11 pasos; 4 días después, fue vendido al América. Esa herida aún está fresca en el club lagunero y duele tanto como aquella hecha por Montenegro hace 6 años en el Monumental de River Plate.
El 11 de mayo de 2004, el partido entre Guerreros y Millonarios de Octavos de Final de la Copa Libertadores se definió en penales. El "Rolfi" erró su disparo y, cabizbajo, emprendió el regreso al centro de la cancha sin percatarse de que el árbitro paraguayo Carlos Torres anuló la atajada del portero Christian Luccheti, a quien acusó de adelantarse siendo que no se movió de la línea de gol.
"Lo viví en carne propia, pero en realidad no pasaba por nosotros. Cuando pateo me voy solo porque me atajó y después vi que lo señaló otra vez, pero no entendí lo que había pasado", dijo a CANCHA el jugador azulcrema.
"Luego por ahí pasa algo raro, habían hecho un buen partido, nosotros ganamos acá (en México) y ellos allá, en esas decisiones no podemos hacer nada, me tocó patearlo y meterlo".
Del otro lado estaba Matías Vuoso, quien convivió con "Rolfi" en las filas de Independiente en el 2000, y al que de nada le sirvió marcar el 2-1 (2-2 global) que mandó el partido a penales, donde ganó River. "Jugó en Independiente y era una gran persona, conmigo se portó muy bien, lo del penal no fue culpa suya, sino del réferi. Todavía hoy es el día en que voy a Argentina y la gente me sigue recordando cómo nos robaron", dijo Matías.
Tanto Vuoso como Montenegro integran el arsenal americanista y hoy en el Azteca, donde el equipo no pierde desde hace 13 meses, se miden al cuadro al que alguna vez hirieron, ávidos de dejarle otra cicatriz.