Martín Maqueo MEDIOTIEMPO (Opinión)
25 de Febrero de 2009
* Hoy el Clásico de Clásicos, se juega en la propia casa de coapa.
En el mundo cada vez más complejo y competitivo del futbol, sólo se conocen dos tipos de organizaciones; primero, las que ya vivieron una crisis, y segundo, las que pronto estarán por vivirla. Así, en este juego de lo inevitable, resulta fundamental mover bien el balón de las decisiones con el próposito de evaluar los riesgos que comprometen la reputación pública de la marca.
El Club América está en crisis, eso es un hecho. No se pueden cerrar los ojos y decir que no pasa nada, porque lo que se trata es hacer que las cosas pasen, con el propósito de pensar soluciones posibles a la experiencia de reto que tienen las Águillas.
La imagen de una marca se pone en riesgo cuando se pierde la confianza de los diferentes públicos, sean estos aficionados, jugadores, directores técnicos, directivos, socios, colaboradores, medios de comunicación; debilitando las expectativas y resultados de lo que se espera. En este plano de alta incertidumbre, el diagnóstico de esta pérdida de valor, exige pensar en conjunto y no de manera aislada la causa de los problemas, pues las marcas son una unidad de valores, atributos y beneficios que no pueden fragmentarse.
Hay que señalar que el mensaje de "reestructuración" del América bajo la Presidencia de Michel Bauer, debe pensarse como una exigencia obligada de renovación. La llegada de la nueva Directiva representó no sólo un reto, sino también debe considerarse como una oportunidad para encontrar en la propia crisis, la posibilidad de mejorar y devolverle a la marca su capital de confianza. Sin embargo, es necesario considerar que el problema no es de coyunturas sino de fines, lo cual significa, que el América, primeramente tiene que jugar hacia dentro, para poder jugar hacia fuera, pues no es lo mismo, trabajar juntos, que trabajar en equipo.
En esta jugada de las finalidades, el ejercicio de pensarse a sí mismos, sobre la misión y visión que los define como equipo, es una tarea de diálogo reflexivo y acciones consistentes donde la simulación no tiene boleto. Por lo tanto, unficar los capitales de valor que hoy definen el equipo, es una exigencia definitiva, pues se trata de comunicar los mejores valores y fortalezas, como unidad de trabajo (liderazgo, disciplina, agresividad deportiva, pasíón de juego y conquista de victoria) y no como trabajo ciego de individualidades; ya que No Basta Ser Bueno, si no se Hace Visible que tan Bueno es Eres.
Renovar la identidad americanista por consiguiente, significa focalizar muy bien la idea, los valores, la energía y el carácter de equipo que se quiere conquistar, para sustituir el pasivo de la camiseta por un activo de orgullo y voluntad estratégica.
Los 92 años de vida del América; los 33 campeonatos ganados; sus 25 presidentes; pero sobre todo, la lealtad de los miles de aficionados, son un compromiso de renovación que demanda un gran salto para la marca; aprendiendo a escucharse y escuchar con calidad incluyente a sus públicos, capitalizando la sintonía de la experiencia, pero también la iniciativa de las nuevas generaciones; apostando a la capacitación integral de su gente; racionalizando estratégicamente las decisiones, con la finalidad de ser eficaces (definir objetivos y metas); eficientes (garantizar resultados) y trascendentes (calidad de impacto en públicos clave) en el gran juego de la reestructuración.
Recuperar el espíritu del balón perdido, es una tarea de planeación que requiere equilibrios a corto, mediano y largo plazo. Así, se tiene que decidir, qué imagen se quiere comunicar dentro y fuera del América; qué acciones se deben ejecutar para unificar el talento y la energía de la marca; qué mensajes se deben emitir a los distintos públicos de interés para gestionar jugadas de entendimiento y no de desencuentro; qué medios deben de administrarse para lograr contundencia de de la comprensión; qué comportamiento profesional debe hacerse visible en cada jugador, como embajador águila.
Hoy no se puede correr el riesgo de tomar una decisión incorrecta que comprometa la reputación, la confianza, la rentabilidad y futuro de la marca. Así, los 9 mil 303 dólares pagados al "Pelado" Díaz, por día de trabajo, hacen de un contrato de 3.55 millones de dólares, un profundo contraste (Sven-Göran Eriksson acordó 2.3 millones de dólares para dirigir la Sselección Mexicana) que generó a todas luces, una mala inversión donde se privilegiaron los medios por encima de los fines; donde las decisiones estratégicas fueron sustituídas por la tradicional coyuntura de las decisiones tácticas, perdiendo con ello, el horizonte de la mirada.
Es esta cancha de riesgos, es necesario mirar a casa, antes de salir a la calle, e invertir en la formación de las Fuerzas Básicas como lo ha señalado de manera reiterada Alfredo Tena, sin tener el remordimiento cosmoplita de perder el continente (mas de 170 jugadores extranjeros contratados en su historia); ó al menos, que se tenga la idea por parte de los directivos, altamente costosa, pero también legítima, de integrar un equipo de celebrities, con los mejores jugadores que integran el territorio de norteamérica hasta la patagonia, perfilando la imagen global de la marca.
Hoy el Clásico de Clásicos, se juega en la propia casa de Coapa. No es una batalla de adjetivos. Es un juego decisivo por la recuperación de los fines, donde los directivos tienen el balón de las decisiones. Hoy, Jesús Ramírez tiene la oportunidad responsable de devolverle el espíritu de la camiseta a los jugadores, traduciendo la estrategia en resultados.
En el futbol como en la vida, la confianza se gana cuando se tiene una imagen de seguridad de lo que uno es y hace. Así, la pertenencia a la camiseta es un valor de reputación y personalidad histórica que debe comunicarse con responsabilidad y contundencia, pues la historia de éxito del América, debe ser un detonandor permanente de reto para mejorar el pasado y hacer del presente una nueva historia.
"El futbol es la pasión mejor repartida del mundo", dice inteligente Juan Viilloro. Y cuando se habla de pasiones, ciertamente el balompie arrebata las voluntades, haciendo visible la vocación que tiene la camiseta. Así, los aficionados que viven este llamado, nunca dejan que la pasión se apague, respirando con lealtad las victorias y derrotas del equipo, esperando siempre que el gol se vuelva esperanza.
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