Tadeo Zarratea, juez camarista, conocido estudioso de guaraní, se molestó con su colega Pedro Mayor Martínez por el tratamiento que dio días pasados a la declaración en "Guaraní" de Salvador, Mayor Martínez aclaró acabadamente después que habla perfectamente guaraní, la cuestión disparó un debate sobre el nivel de preparación de los funcionarios para enfrentar el servicio público y la necesidad de una ley que los obligue a manejar las dos lenguas oficiales.
–Usted cuestionó a su colega (juez Mayor Martínez) por haber pedido traductores de guaraní para entender la declaración de Cabañas. ¿Qué hubo de irregular ahí? Quiero aclarar que me llamó ya Pedro Mayor y me aclaró que no es cierto. Hubo una crónica de ABC que habló en ese sentido, de que el juez necesitó traductores y yo, como guaraniólogo que soy, reaccioné y critiqué en un blog que tengo, porque no puedo admitir que un funcionario calificado no hable guaraní, una lengua oficial del Paraguay. Me aclaró que él habla perfectamente en guaraní.
–¿Cabañas le pidió permiso para declarar en guaraní? El me dijo que Cabañas no le pidió permiso. Simplemente le comunicó. El juez le dijo que era su derecho y no pasó nada más. “No llamé a ningún traductor. Esa es otra imprecisión (de la prensa)”, me dijo. “Traduje yo, con la ayuda del propio Cabañas, que tampoco perdió completamente el castellano”. Me dijo que Cabañas alterna el castellano con el guaraní...
–Habló en jopara... Un juez no tiene por qué autorizar a nadie a hablar en guaraní. La Constitución ya autoriza. Ordenar la traducción de la declaración a la otra lengua oficial tampoco soporta el más mínimo análisis de constitucionalidad. Acudir al servicio de traductores, tampoco. Hay dos situaciones en que la persona pierde todas las lenguas aprendidas.
–¿Cuándo? En la regresión senil, a partir de los 80 años, cuando uno si tiene, comienza a perder su inglés, su francés... Se va quedando con la lengua materna, la que aprendió en forma natural en la infancia. El segundo caso es cuando alguien sufre lesiones severas, sobre todo en el área del lenguaje...
–Lo que ocurrió con Cabañas por el disparo en la cabeza... Por eso es que él perdió la lengua aprendida, que es el castellano, y se quedó con su lengua materna. La lengua materna uno no pierde ni en su ancianidad ni en caso de lesiones cerebrales. Es la lengua que acompaña al individuo hasta su muerte y por eso es demasiado importante.
–¿Esa es una premisa...? Una premisa lingüística, una verdad científica. Cabañas comunica que se siente mucho más seguro en su lengua materna. Quiere decir que él desconfía de la memoria que tiene del castellano, que es su segunda lengua.
–Entonces, ¿él prefirió hablar guaraní y hubo traducciones? Y eso es lo triste, que se tenga que traducir al castellano, por más que el que tradujo fue el propio juez. Cuando el juez es bilingüe el justiciable usa con naturalidad, y sin necesidad de permiso, cualquiera de las dos lenguas oficiales y se transcribe textualmente sus declaraciones en la misma lengua. Este caso para mí es emblemático, no solo por tratarse de Cabañas, un buque insignia de la selección paraguaya, ni por el juez, uno de los mejores del medio.
–¿Por qué, entonces? Se habló en guaraní y no consta la nota de que Cabañas declaró en guaraní. Así se procedió siempre. En los 200 años de vida independiente de este país, el ciudadano guaraní-hablante pide permiso al juez para hablar en guaraní y se le acepta o no. El juez traduce o manda traducir el acta al castellano y se hace firmar al compareciente. No queda vestigio de que se hizo en guaraní. En el acta de Cabañas, no se hace constar tampoco que es traducción.
–¿Lo correcto es que el acta sea en guaraní? Es como decir: “de cumplimiento imposible”...
¿Por qué de cumplimiento imposible? Llévele a mi juzgado a un guaraní-hablante a ver qué sale. Yo lo transcribo en guaraní. Si a mí me dice “Che ahecha”, tengo que escribir “Che ahecha” y no “yo he visto”.
–Va a tropezar con el problema de la grafía. Por ahí, entiende mejor “she ajeshá”... Hace más de 200 años que se escribe y se lee el guaraní y nadie hizo cuestión de eso. Yo puedo leer en cualquier grafía que me muestren. Lo importante no es la grafía sino el caso este de Cabañas, en que se pone al descubierto nuestras incoherencias idiomáticas.
–Si se hace un sondeo entre los miembros de la Asociación de Magistrados, ¿cuántos cree que hablan guaraní? El 80% va a declarar que habla guaraní. Más del 50% va a admitir que escribe guaraní porque es bachiller bilingüe. Todos son bachilleres bilingües hoy día.
–Es posible que por una cuestión corporativa se cuide de hablar mal de sus colegas, pero... Muy pocos son los que en este país no saben hablar guaraní. Una muy escasa minoría de gente, muy, muy asuncena, es la que podría alegar hoy en el Poder Judicial que no entiende el guaraní...
–La gente muy asuncena, como dice, la de clase media, media alta, otra vez es la que tiene más currículum , más estudio... ¿Usted sabía que en el Consejo de la Magistratura se toma examen de guaraní hablado a los postulantes? Una vez vino una morenita, de rasgos indígenas, a la que le entregaron un papel con la pregunta en guaraní. Podía contestar en cualquiera de nuestras dos lenguas oficiales. La chica devolvió la cédula. “No entiendo”, dijo. Después vino una rubia de ojos verdes, con toda la pinta de gringa. Le pasaron la misma cédula y, naturalmente, respondió: “¡Nde, péango manterei oiko che vállepe!” (eso pasa siempre en mi pueblo). Los examinadores se sorprendieron. El guaraní no pasa por la piel, por el color de los ojos, ni siquiera por la cuna de la persona. Están las pruebas de que el guaraní baña todo el territorio nacional.
–¿En cuánto tiempo se aprende? Hay casos emblemáticos, como Pedro Fadul (líder de Patria Querida). Cuando su primera postulación no hablaba nada. Terminada la campaña contrató un profesor y estudió. Para su segunda campaña, ya hablaba fluidamente.
–¿Cuántos en este país no hablan guaraní? No habla un 7% de la población.
–No puede ser. Debe ser mucho más. Con el avance de la televisión, el internet... El más pintado se ofende en este país cuando se le dice: “Usted no habla guaraní”. Se ofendió (el juez) Pedro Mayor, porque yo le dije a la prensa –sin haberlo confirmado– que él no hablaba guaraní. Vino enseguida y me dijo: “Chéngo aju va’ekue ka’aguýgui (yo provengo del campo). Che nio añe’ê la guaraníme. Le traduje a Cabañas”, me dijo...
–¿Los parlamentarios también tienen que hablar guaraní? Lógico. ¡Las leyes tienen que ser dictadas en ambas lenguas! Y al que vota en contra de esa ley, le vamos a prohibir que en su próxima campaña use el guaraní, a ver si alguien le vota (ironiza). Yo hice política mucho tiempo y conozco. El 86% de los paraguayos tenemos por lengua materna el guaraní. Lo que la ley de lenguas tiene que corregir es esta barbaridad que hace el Ministerio de Educación...
–¿Qué barbaridad? La barbaridad de reinventar el idioma a través de palabras creadas en laboratorio...
–¿Ta’angambyry (televisión) por ejemplo? Esa es la “escuela Decoud” (la escuela llamada científica), la que está en el Ministerio. Yo no estoy de acuerdo en que el guaraní se reinvente en gabinete.
–Hay centenares de palabras nuevas. ¿Cómo va a decir “facebook”, “messenger” en guaraní? No se puede... Hay que dejar que el hablante diga. Aquellas lenguas que tienen academias permiten que se acuñen palabras técnicas nuevas en gabinete, pero no palabras comunes. Las palabras comunes las debe crear el pueblo hablante.
–La gente ya adaptó algunas palabras. El famoso “chemoproblema che celular...”. Nuestro problema son los puristas que rechazan todo hispanismo dentro del guaraní. Y eso está muy mal. Eso se tiene que corregir el día que exista la academia.
–¿Está de acuerdo con el jopara? El jopara es el guaraní paraguayo.
–¿El spanglish en Estados Unidos? Sí. Le llamamos despectivamente “jopara”, pero es el guaraní que habla el pueblo. Científicamente se llama “guaraní paraguayo”, el que deriva de los carios que vivieron en esta ciudad. En su contacto con el castellano asimiló una serie de palabras del castellano y transformó otras, como ovecha (oveja), kavaju (caballo)...
–Vaka... Si, vaka. Transfonetizó vaka, pero no transfonetizó toro. Toro prestó así tal cual y vaka lo transformó un poquito. Transfonetizó borrica por mburika. En el caso de la mandioca es al revés. El mandi’o, así en guaraní, es la palabra original. Mandioca es un guaranismo en el castellano. Lo curioso y lo interesante es que hay un enriquecimiento recíproco.
–¿Qué dice a los convencidos de que el guaraní es una valla para el desarrollo, culpable de nuestros autoritarismos? No es el guaraní el culpable. El culpable es el Estado que en 200 años de vida independiente no ha echado una mirada hacia las lenguas. Aquí, el error es que estamos entre dos lenguas que nunca terminamos de desenredar...
–¿Un ñapytî su’u (enredo) castellano-guaraní? Exactamente. Mucha gente dice: “¿Para qué vamos a estudiar guaraní si al pasar el río Paraguay ya no me sirve? Pero tenemos que decir a nuestros hijos: “¡Ustedes nacieron y viven acá!”, y que un día uno se va a despertar y va a decir: “Quiero hacer política”, como hizo Fadul, y otro se despierte y diga: “Quiero ser médico”, y se va a tener que ir al campo a tratar con pacientes que no hablan castellano. Otro querrá ser ingeniero, arquitecto y se va a obligar a comunicarse en guaraní porque los albañiles solo hablan guaraní...
–Hay jóvenes que hasta con vergüenza esconden que saben guaraní... Esa es la disvaloración que se tiene y que gracias a Dios está cediendo un poco hoy gracias a personalidades importantes que salen en televisión hablando guaraní. Hasta Humberto Rubín, de quien nunca, en 40 años, esperé que ensayara unas frases, ahora habla como cualquier paraguayo. Dice muchas palabras y bien usadas.
–El paraguayo que vive en el exterior se oxigena escuchando polcas y guaranias... Pero muchos también pierden su identidad porque no se les inculcó en la escuela, como aquellos que regresan hablando como kurepi. Eso es falta de identidad. Yo trabajé en la comisión de educación de la convención nacional constituyente de 1992. Estábamos henchidos de patriotismo, de ideales y de sueños. Por eso, en la Constitución elevamos la primaria al noveno grado, para que el niño salga bilingüe. Estábamos fundando allí un país bilingüe.
–Pero no ocurrió... No, por el enorme fracaso del sistema educativo nacional.
–¿Hay reticencia para aprobar esa ley de lenguas? Algunos parlamentarios tienen temor. Dicen: “Eso es agresión”, porque queremos que hablen guaraní. En el proyecto de ley dice que el funcionario ya nombrado va a tener cinco años para aprender el otro idioma que no habla. Hasta eso incluso flexibilizamos a más tiempo. Pero en cuanto a nuevas contrataciones, el proyecto dice: “El Estado preferirá para la contratación al ciudadano que tenga mejor uso de las dos lenguas oficiales”. Si hay un concurso, el que sabe menos, pierde.