Miguel Layún, como en toda historieta o cuento, ya sea de ficción o de la vida real, existen roles esenciales para que cualquier novela o trama llegue a buen puerto, y tú, durante mucho tiempo, ejerciste un turbio personaje y el domingo pasado decidiste de forma brutal mutar e interpretar un papel diametralmente opuesto al que venías desarrollando. Tanto el personaje del bueno, guapo y poderoso, como el del malo, incómodo y obscuro se dan en ciertas ocasiones de forma natural, otras muchas, y me atrevería decir que las más, se obligan para que la personalidad del implicado se adapte o quepa en la necesaria representación del bienhechor y el forajido, cuando todos sabemos que el luminoso posee matices sombríos y el perverso posee momentos de caridad.
En ti reconozco una fantástica y envidiable capacidad de no hacer caso a lo que señala el entorno, a desterrar juicios sin sustento, cuentas con una gruesa coraza la cual impide que ataques y loas sean filtradas de sensata manera. Posees una de las mejores virtudes que cualquier ser humano debiera tener: te sabes reír de ti mismo; entiendes como pocos que nada es tan grave, con tu medular concurso en la final nos has gritado a todos que las salubres circunstancias como los groseros tumbos son parte inherente de la vida laboral. Nos has recordado de forma contundente que todo pasa, que nada es permanente, que la fortuna como la depresión pueden irrumpir juntas el mismo día y no pasa nada. Ayer en el programa de Deporte Caliente te pregunté y te pedí que nos adentraras en tus emociones en esos metros que separan el medio campo del punto penal en donde definiste la final, qué pensabas, qué sentiste, y tu exquisita respuesta fue: la pelota es tan chica que seguramente encontrará un recoveco por donde colarse a la portería, pues bien, así fue, y sin importarme un comino quien resultó campeón, celebro tu contestación, pero más celebro tu desparpajo. No te conozco profundamente, pero que le pasen cosas buenas a hombres como tu sencillamente lo aplaudo y me gusta, no puedo hablar de merecimientos, insisto, te desconozco en el día a día, pero lo que puedo leer, escuchar y vibrar de ti, es que eres un hombre a carta cabal, con miserias y bondades como cualquier hijo de vecino y que este violento brinco del antihéroe al héroe de la película no le pudo venir a nadie mejor que a ti. Como mencionaste en la entrevista que le regalaste a Felipe Morales de Azteca Deportes, el domingo fue un parte aguas en tu transitar en el futbol, pero estoy cierto que las altas que hoy vives como las bajas que viviste y podrías volver a sentir, las asimilarás con suma sabiduría como has hecho con cada paso de tu carrera.