martes, 28 de mayo de 2013

La dinámica…

… de un colibrí es algo que siempre me ha impresionado y hoy, a las 7.00 am de este lunes, cuando abro mi lap top para intentar encontrar esa hebra que me lleve a comunicarme con ustedes, llega un pajarito a una bugambilia de más de 60 años que luce esplendorosa, que crece y se eleva trepando por las paredes hasta invadir una terraza a unos ocho metros de alto; ahí, deposita esa maravillosa ‘basura’ color fiusha, la que hay que remover de vez en cuando para destapar los cauces de la lluvia. En su recorrido, sus ramas se acercan a mi ventana, ésa que me permite ver el amanecer y al colibrí, siempre moviéndose, nunca quieto, siempre insistiendo, sacándole no sé qué a las flores. Pero hoy uno se ¡estacionó! exactamente frente a mí y… ¡por 30 segundos!


Eso me permitió verlo, observarlo, su pico es descomunal relacionado con el tamañito de su cuerpo. “Te ves mejor cuando trabajas suspendido en el aire”, se lo dije susurrando para que no se espantara, y en ese momento se me antojó escribir pensando en el América, el equipo Campeón del futbol mexicano.

Al verlo chupar el néctar de la flor, al admirar sus posibilidades de volar hacia adelante y ¡hacia atrás! sin perder el ritmo, pero sobre todo cuando se le ocurrió, ante mi sorpresa… estacionarse y tomar un respiro (nunca había permitido verlo así).

Ahí, en ese momento, empecé a teclear, porque imaginé que así deben estar todos los ‘AME’ ahora mismo, en este amanecer. Dándose una merecida pausa, seguro muy corta, pero también merecida y sustanciosa.

Si digo que fue una final extraordinaria será redundar en lo que seguro han leído y escuchado en estas últimas 36 horas, mínimo. Sí, sí lo fue. Orgullosos deben estar todos los contendientes, los que fueron derrotados, también; seguro que necesitarán más tiempo para regresar a la ‘normalidad’. ¡Que hubieran dado los otros 16 equipos y sus aficiones de la competencia más importante en México por estar en esta emocionante final!... sólo piénsenlo.

Ricardo Peláez tiene un gran mérito, sustituyó al ‘joven’ Bauer y al América le llegó la luz. Su visión inicial, sus decisiones y ese ímpetu enmarcado en esa terca necedad que incomoda a muchos, permitió que sus directivos más altos descansaran confiados, que los jugadores supieran que podrían ser apoyados, orientados en cualquier clase de problemas y que la ropa sucia se ‘lavaría’ en casa.

Y se convirtió en ese jinete especial, no cualquier jinete, ése que requiere un caballo desbocado, uno de raza al que hay que rescatar. Apretando y aflojando las riendas, soltándolo, dejándolo que corra libre, pero amarrándolo cuando se le bota la chaveta. Piojo, por lo menos hay que invitarle un cafecito y agradecerle la orientación y los jalones de orejas en los momentos que los mereciste.

Esa medida de las cosas, ese ‘manejo’ no cualquiera sabe hacerlo. Ricardo lo logró. Seguro sabe que esto no acaba en este campeonato, que se puede progresar, que están en el camino y que cuentan con un apoyo incomparable de la empresa que los avala. Yo particularmente reconozco en Ricardo un cimiento firme que le permitirá a su club construir historias que llenarán de orgullo a su enorme afición.


A propósito de aficiones y aficionados, debo confesar que a pesar de mi edad y de tantos años involucrado con este maravilloso deporte, y que el destino me ubicó en niveles de gran responsabilidad dentro de él, no puedo llegar a entender, no logro comprender y lo peor es que seguro ya no lo lograré, insisto, entender, las acciones que veo de los aficionados. Viajan, desde lugares remotos, sin boleto seguro, durmiendo al pie de las taquillas. O con muletas por un tobillo roto como mi sobrino ‘el Jonathan’, que llega de San Diego para ver a su ‘AME’. Penosamente y lo digo con amargura; yo, lo considero absurdo. Pero… ¡Cómo envidio esa pasión, que nunca podré disfrutar!


Al terminar el juego y al escuchar ‘chorro mil’ versiones, opiniones de lo que sucedió y de lo que pudo haber sucedido en esos últimos dos minutos del tiempo regular, recordé lo que escribí hace dos semanas y no me equivoqué en tres detalles, en que América tenía pinta de Campeón desde hace dos meses, que Moisés Muñoz era devaluado comparándolo con Jesús Corona, y que no eran exactos los parámetros utilizados, aunque nunca me imaginé que hiciera lo que hizo… ¡El gol de la esperanza! Y en que Miguel Layún seguiría siendo ‘El Culpable’, pero ahora del orgullo, como recompensa a su gran espíritu y a su valentía deportiva.


También recordé que alguien dijo: “Sólo un bobo confunde la SUERTE con el DESTINO. La suerte es lo que nos sucede y el destino es lo que hacemos a pesar de nuestra suerte”…


El América y el Cruz Azul seguro que entienden perfectamente este pensamiento.


¡Salud por nuestros Padres y por nuestros ‘Mijitos’!


POR MIGUEL MEJÍA BARÓN PARA EL DIARIO RÉCORD.