Un mesías no serviría de nada. Para salir de su peor crisis el América ha buscado en la cancha y en el escritorio a figuras emblemáticas que transmitan y motiven a sus aburguesados futbolistas. Redentores. Carlos Reinoso, Alfredo Tena, Luis Roberto Alves fueron grandísimos jugadores, exitosos y líderes en la cancha. Pero no han sacado a las Águilas adelante, no han transmitido su americanismo.
Tampoco la solución es Hugo Sánchez, otro que navega con la bandera del motivador, el revulsivo que imprime a sus jugadores el espíritu ganador. Hugo estuvo de visita en México por su merecida incursión en el Salón de la Fama del futbol mexicano en Pachuca. Por supuesto le preguntaron si dirigiría a las Águilas. Respondió un nuevo Hugo desconocido, cambiado. Fue mesurado, inteligente y con educación nada más no se descartó, pero “de ningún equipo”. Hugo Sánchez estuvo en 92-93 una temporada en el América. No jugó una final gracias a un desastroso arbitraje del costarricense Bernie Ulloa que les anuló tres goles por fuera de lugar inexistentes en la semifinal contra Monterrey. Pero ya no estamos en la década de los noventa y los americanistas de ahora ven a Hugo como símbolo de Pumas. No le perdonarían nada.
América no necesita un líder espectacular, necesita una estrategia, un proyecto a largo plazo.
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