Por Javier Alarcon
Debo confesar que nunca ha sido fácil desdoblar la realidad con juicios ecuánimes, ni en este ni en cualquier otro género periodístico. Lo que se encuentra mal, es muy fácil ponerlo peor con unas líneas. Lo bueno se vuelve escurridizamente extraordinario a la hora que fluyen los adjetivos. Ahí se significan encantadores algunos periodistas, a la hora de hacer una equilibrada disección de lo bueno y lo malo, porque los extremos sólo existen en el cielo y el infierno, y aún no se puede verificar su existencia racionalmente.
Manuel Lapuente no necesita defensa; tiene tantos logros que su penoso paso presente por el América no será capaz de empalidecer su leyenda. Sólo su propio análisis podrá reconocer capacidad de reacción en sus jugadores. Es lógico que se aferre al puesto un ganador. La experiencia le dice que ha sabido elegir entre varios caminos para encauzar oportunamente a sus equipos.
Hoy el cronómetro lo ha colocado en tiempo de reposición. Quitarlo mañana puede hacer que algunos jugadores inconformes con sus métodos empujen a una plantilla llena de calidad, pero también de ansiedad. Pero es igualmente probable que al quitarlo todo cambie para no cambiar. Esa es la disyuntiva en la que supongo se encuentra la dirigencia americanista.
Sensibles a tanta inconformidad y asientos vacíos en los estadios como conscientes de que el torneo está echando a andar y que las salidas de emergencia no siempre te ponen a salvo; al contrario, a veces lo que hay al final de ellas es un precipicio, la directiva no decide si cortar la cabeza produzca algo más que satisfacer a los hambrientos.
El juego del domingo no ha sido el peor del América en la era Lapuente, aunque lo mostrado no puede ser motivo de orgullo en lo absoluto. De hecho no tuvieron menos méritos que los Tigres. Lapuente no se equivoca al calificar de "accidente" lo que ha pasado el domingo, pero no hace un acto de suficiente honestidad y análisis al explicar porque le pasan tantos accidentes al América cuando pierde 4 de los últimos 5 partidos.
El Atlas es un líder general con todos los méritos, pero nadie puede apostar por ellos al final del camino. De manera que los jugadores de América van a demostrar, no sólo con el sudor, sino con la calidad y continuidad de su presencia colectiva en el campo, qué tanto le están buscando el salvavidas a Manolo o si de plano lo quieren ver hundido.