Hay muchas historias en torno a Carlos Reinoso. Algunas son muy buenas, otras simplemente buenas, las hay regulares, existen las malas y hasta las muy malas, pero la realidad más tajante es que es un americanista, desde su mirada siniestra y hasta su risa cínica, desde sus frecuentes cambios de posición y hasta esa voz que convence, desde sus escándalos de gran alcance y hasta su eterno reconocimiento: es un americanista, actúa como tal, vive como tal.
Reinoso aterriza como entrenador en Coapa por tercera vez en su irregular carrera como técnico y lo hace con la orden directa, expresa, manifiesta pública del dueño del equipo. Y hoy, el americanismo festeja porque más allá de que no hay comparación entre la carrera del chileno y de Lapuente como entrenador, la sangre que corre por las venas de Reinoso es compatible con la de los aficionados americanistas. El América requería una transfusión urgente y Reinoso tenia el mismo tipo de sangre, estaba disponible y listo para tomar el reto.
Y en este momento, tras un pésimo inicio de campeonato y con la Copa Libertadores a la vuelta de la esquina, lo que más importaba era encontrar un personaje que aglutinara al americanismo, que convenciera finalmente fuera de la cancha, a un pueblo harto y cansado y que dentro de lo que sea posible -porque no es un mago- buscara soluciones en la cancha.
Carlos Reinoso puede ser ese revulsivo que el América busca con respecto a su imagen, pero hay otra historia que se asoma y que de ninguna manera puede descartarse.
Hay quienes aseguran que lo de Reinoso no es un remedio a largo plazo, que es una decisión tomada para comenzar con una “limpia”: que incluirá nombres claves en la oficina y en la cancha, que Reinoso es como una barredora, un liquidador, vamos, una especie de George Clooney en “Up in the Air” que se dedica a despedir, a liquidar empresas, a cerrar heridas y a dejar el camino abierto para nuevas propuestas y nuevos nombres.
Puede que esa sea una posibilidad y puede que no. La realidad americanista de hoy está en la cancha, donde los resultados no llegarán con ninguna clase de magia, sólo con trabajo y dedicación. Por lo pronto, el América requería de sangre y Reinoso tenía el mismo tipo.