Sin exagerar, el América es hoy el equipo más triste del futbol mexicano. Ni siquiera Cruz Azul, con su moderna tradición elocuentemente perdedora. O las Chivas, en medio de cualquier escándalo administrativo, superan la pena que da ver una leyenda tan poderosa hecha añicos. El América abandonó sus obligaciones con la historia y perdió derechos sobre su futuro. La solución no está en la cancha, podrá llegar el mejor técnico del mundo, o los jugadores más contundentes del futbol, que las cosas seguirán igual. La decisión para reinventar a este equipo podría estar en la mesa del consejo de Televisa. Vender al América es lo mejor que puede suceder. Y el único capaz de comprarlo, es Emilio Azcárraga. Es un club que formando parte de una empresa enorme ha sido arrasado por el corporativismo. Todo mundo quiere mandar, opinar y poner al frente a su gente. El daño es enorme para un espíritu soberbio como el suyo.
El América perdió la casta en la oficina. Necesita independizarse moralmente de Chapultepec, volver a ser una propiedad exclusiva de la familia Azcárraga y sólo ceder sus derechos de explotación a la empresa. Recuperaría personalidad, entendería su herencia y se volvería libre. Parece lo mismo, pero no es así. Hay cosas que se llevan en la sangre, el sentimiento es uno de ellos, los negocios, corren por otras venas y el América, es producto de la pasión.
Por José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo
para La Afición, publicada el 15 de enero de 2010.