jueves, 20 de enero de 2011

El valor por la vida...

Por David Faitelson.

Tal y como empezó, el atentado contra Salvador Cabañas siguió ofreciendo lo más bajo y deleznable de la mente humana, siguió enviando mensajes claros de una escoria, de un deterioro y de un México donde el valor por lo más preciado que tenemos ha sido pisoteado, escupido, ultrajado: el valor por la vida no existe. Y no existe cuando una lucha de borrachos es suficiente para que termines con un balazo en la cabeza.

No encuentro la forma de celebrar nada acerca de este penoso incidente, a veces, ni siquiera el hecho de que el futbolista haya sobrevivido al intento de asesinato y tampoco el hecho de que las autoridades policíacas hayan hecho su trabajo capturando, casi un año después, al presunto agresor. Hoy, está claro que mientras más conocemos del tema, más nos hundimos en la depresión de saber qué tipo de terrenos pisamos, en qué país vivimos.

He recibido, a través de Twitter y de e-mails comentarios de gente como usted o como yo que salimos a la calle todos los días para ganar dinero y alimentar a nuestras familias y ellos dicen que hay otros ejemplos peores, que te meten un balazo en la cabeza por 10 pesos, por llevarse un reloj o por quitarte la bolsa con el mandado. Ese México surrealista existe, porque es un México en una guerra contra una terrible depresión que lamentablemente nuestros abuelos, padres y nosotros dejamos crecer al amparo de la ley, de la corrupción, de los saqueos y de los malos gobernantes.

Salvador Cabañas fue una víctima más de la inseguridad de un país como México. Cabañas fue el futbolista famoso, rico y aparentemente “todopoderoso” que estuvo a la hora y en el lugar menos indicado. Cabañas puede o debe ser una estadística más, afortunada, sí, hasta cierto punto afortunada porque las lápidas de otras víctimas confirman el día de su nacimiento y el día de su muerte.

Y queda en el aire otro dejo de insatisfacción y de amargura porque usted no puede negar que muchos esperábamos otro móvil en torno al intento de asesinato. Esperábamos que fuese un asunto de drogas, de mujeres, de deudas, qué sé yo, un verdadero pretexto -Dios mío, si existe- para que te metan un balazo en la cabeza. Y resulta que es un lío de borrachos, insisto, mezclado con prepotencia.

El valor por la vida, lo más preciado que tenemos, ha sido otra vez lastimado.