lunes, 31 de enero de 2011

Rudos y técnicos

Cartas oceánicas
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo

De un campo vikingo (Reyno de Navarra) el Madrid salió malherido. Queda a 8 puntos del Barsa (7 + gol average). Pamplona es una ciudad con vergüenza histórica, allí se juega como se vive y por general se vive del campo. Mourinho se lleva una lección de la cultura que aplaude al futbolista agrícola. Todavía existen equipos pequeños con alma de grandes. Lo sabe Aguirre que recuperó en pocas semanas el “don”, ahora vuelven a decirle Don Javier por Zaragoza. Ciudad añejada en tradiciones de la España profunda que empieza a convertirse en la nueva casa del Vasco, un entrenador hogareño. Con un futbol rancio, áspero a la vista, escapa del descenso.


Son estos entornos sociales y deportivos los que vienen bien a algunos entrenadores, aquellos como el de Osasuna, donde el aficionado va al estadio a sobrevivir no a divertirse. Si Aguirre logra salvar el escudo de otra ciudad con casco antiguo, volverá demostrar que lo suyo no es dirigir equipos de futbol, sino restaurar monumentos. Como el América que busca en su pasado la salvación del futuro, la operación es errónea. El primer triunfo de Carlos Reinoso, un viajero del tiempo, apela a la nostalgia del americanista por los ochenta. El sentimiento es válido, pero aquel América era tan bueno que se volvió el enemigo de los que vinieron. No se puede pelear contra uno mismo. El entrenador es un coleccionista de pasión y odio, pero en ninguna cabeza cabe que alrededor suyo pueda construirse algo comparable a aquella época. El futuro del Club es lo que debe rescatar su pasado, porque de seguir igual incluso éste puede desaparecer con todo y la figura de Reinoso. Los equipos como las personas tienen carácter, con un gesto sincero en días complicados se define la identidad.