Fuera máscaras, la grandeza del América, como de muchos equipos populares en el mundo, se ha construido formando, pero también comprando talento. Es profundamente americanista robarse un símbolo de otro club. ¿Y qué? Lo hacen las mejores empresas del mundo. Eso es exactamente lo que deben representar las Águilas.
Hace muy bien la nueva directiva, encabezada por Ricardo Peláez, en mandar a volar esa tonta idea de que alguien va a ser un gran técnico o un buen directivo porque fue buen jugador del América.
Acá no se trata de sentir la camiseta por herencia o historia, se trata de salir a ganar, a meter muchos goles, se trata de que los aficionados salgan rebotando en las rampas del Azteca de felicidad porque se divirtieron y porque la mayor parte del tiempo salieron con el triunfo. Se trata de ser el equipo que llena todos los estadios en cualquier rincón del país, el club al que todos le quieren ganar.
Miguel Herrera representa todos esos valores. Es talento que se puede comprar, es agresivo y puede ser odioso, pero al final es un gran tipo que se puede identificar con la tribuna. Además, es buen director técnico. Le puede ir bien o mal, el futbol mexicano es demasiado parejo para adelantarse, pero la teoría, el principio, es bastante bueno.
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